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Proyecto Renacer: De las cenizas a la taza

Al combinarse con los conocimientos adecuados, el trabajo común y la constancia genera olas de transformación que en ocasiones resultan sorprendentes.

martes 04 de febrero | Fincas cafetaleras en Colombia

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Este artículo aparece en la edición Noviembre/Diciembre 2019 de Revista Roast. Suscríbete para conocer más contenido exclusivo de nuestra revista impresa.

 

Por Mara Magaña

Fotografías y entrevista por Juan José Sánchez

 

El café implica transformación continua. Del grano a la taza, de la semilla al cafeto. Una fuerza dinámica envuelve su historia: se cosecha, escoge, procesa, tuesta, muele, empaca, exporta y filtra. Al combinarse con los conocimientos adecuados, el trabajo común y la constancia genera olas de transformación que en ocasiones resultan sorprendentes.

 

Al menos, esa es la visión que nos comparte Proyecto Renacer, un modelo de negocio de comercialización de café de especialidad que funciona a partir de una microcentral de beneficiado que se organiza y trabaja con caficultores de una zona muy compleja en Antioquia, Colombia, cuyo objetivo es alcanzar un futuro radicalmente distinto para los habitantes de este lugar.

 

Proyecto Renacer es una de esas historias que se escriben solas, llena de esfuerzo, cooperación y trabajo duro. Comenzó cuatro años atrás gracias a la colaboración de Cristian Raigosa, su esposa Jeniffer, su hermano Jonathan Raigosa y Joan Molina, fundadores de Café Rituales. Cristian y sus socios recibieron muestras provenientes de la Comuna 8 de la ciudad de Medellín en Colombia, específicamente del Barrio La Sierra, zona conocida por haber sido una de las zonas más golpeadas por la guerrilla y el narcotráfico. Al probar las muestras, se dieron cuenta del potencial que tenía su café. Saber que el café provenía de este barrio tan  estigmatizado de Medellín hizo que todo cobrase un tinte mucho más relevante, puesto que antes de experimentar esas tazas, el único referente que tenían del barrio era el de la violencia, por lo que pensaron que de todo esto podría surgir algo más que un  simple negocio. Se dieron cuenta que a partir de aquí, podrían ayudar a impulsar un núcleo de transformación social.

Toda esa violencia no nos había permitido ver que acá en el barrio hay una cantidad de caficultores muy importante que se han vuelto el motor y el eje de principal de la transformación de la comunidad. Hoy en día podemos decir de manera alegre que el Barrio la Sierra en nuestro país ya no es referente de  violencia, sino que se está convirtiendo en cafés de alta calidad y todo eso ha sido posible gracias a los productores”,  comenta Cristian.

 

EL ORIGEN DE LA RESISTENCIA

 

Si bien es cierto que la región de la Comuna 8 es perfecta para el cultivo de café, debido a que la altura de las zonas de sus plantíos oscila  entre los 1,800 y los 2,400 metros sobre el nivel del mar, aquí no había café antes de que el padre de Yesíd Guzmán, caficultor líder del proyecto, decidiera traerlo al barrio. “Mi papá siempre fue productor de café, nosotros llegamos desde Santa Fe, Antioquia, llegamos a este barrio en medio de una guerra donde no dejaban entrar a nadie. Cuando llegamos aquí, esto era una finca ganadera, mi papá trajo cabezas de ganado, pero los delincuentes se llevaban todo, y mi papá me dijo vamos a meter café y empezó a traer café. Ahora  esa finca es de un hermano mío, empezamos a dar tajitos a los trabajadores que no tenían donde sembrar, empezamos a trabajar en conjunto, hasta que Cristian llegó al barrio […] y desde ahí venimos trabajando en conjunto [con otros productores del barrio también]. ” 

 

AVIVAR LOS ESCOLDOS

 

Aunque ahora puede verse mucha organización y un futuro prometedor para los treinta productores que conforman esta gran iniciativa, echar a andar el proyecto no fue sencillo.  Al inicio, comenzaron comprando, procesando y comerciando el café de Gabriel Cortés, pero al momento de querer extender el proyecto a la fundación de la microcentral de beneficio, intentaron comprar el café cereza de más productores y fue entonces que se enfrentaron a mucha desconfianza, pues los caficultores, acostumbrados a no recibir apoyo y sólo malos precios, creían que al comprar el café en cereza querían abaratar aún más los precios del café. 

 

Afortunadamente, el enlace con Don Gabriel les permitió conseguir un grupo inicial de cinco productores para arrancar el proyecto, entre ellos Yesíd. Poco a poco, al ver los resultados, otros caficultores de La Sierra se fueron sumando. Hoy en día son treinta productores y el objetivo es que para finales del próximo año el cien por ciento de los productores del barrio se una a la iniciativa.

 

 

DE LA AYUDA Y LA FALTA DE AYUDA

 

La ausencia de apoyo por parte del estado a esta zona ha sido una constante; el difícil acceso y la violencia mantuvieron a esta región en un completo aislamiento y abandono durante largo tiempo. Ha sido un largo camino lleno de retos logísticos, sociales y económicos. Pese a ello, Proyecto Renacer ha recibido mucha ayuda y colaboración de varios actores importantes dentro de la industria del café en Colombia. Caficultores que son referentes en todo el país han cooperado con ellos, tal es el caso de Elkin Guzmán quien les ha apoyado en temas de secado; Edwin Noreña, excelente investigador quien ha compartido con ellos todos sus descubrimientos, y Miguel Fajardo, a quien Cristian reconoce como la primera persona en desarrollar una microcentral de beneficio en Colombia y quien compartió con ellos todos su conocimiento. Asimismo, mucha gente se ha querido vincular con Renacer como compradores, Cristian menciona que la participación de Felipe Trujillo y la de The Coffee People ha sido fundamental para el proyecto en lo que a comercialización respecta. “Todo esto cobra sentido cuando logramos comercializar el café, cuando logramos que el café que produce Amalia llegue a China, cuando el café llega a Chile, llega a Australia”.

   

Irónicamente, la falta de apoyo por parte del Estado y el abandono que sufrió el barrio, también ha sido de ayuda de alguna forma, puesto que las variedades que se cultivan con más frecuencia en el país, colombia y castillo, que comenzaron a ser distribuidas por su resistencia a las enfermedades hace cerca de veinte años, no llegaron a La Sierra. De tal forma que hoy se cultivan más variedades clásicas como caturra y borbón, que suelen tener mejor aceptación en el mercado. Por su parte, actualmente están cultivando también otras variedades diferenciadas como gesha y wush wush.

 

 

LA VOLUNTAD Y EL TRABAJO DURO COMO COMBUSTIBLE

 

Si bien es cierto que la organización que Café Rituales le ha dado al barrio ha sido vital para todo este desarrollo, la  fuerza transformadora no ha surgido realmente ni del café ni del proyecto renacer en sí, sino de la voluntad y el hambre de los productores por salir adelante, por no sucumbir ante la violencia y el abandono. Son los caficultores los que han sabido aprovechar sin doblegarse las oportunidades que se presentan y obtener el mayor beneficio de las circunstancias.

 

En el barrio La Sierra no hay energía eléctrica, todo el trabajo es manual, Yesíd y su esposa, Amalia Urrego, son los encargados de recolectar y procesar el café. Entre los dos seleccionan, despulpan y fermentan el café de acuerdo a los distintos protocolos que manejan en la microcentral. “Nosotros trabajamos de forma muy artesanal, trabajamos en canecas, fermentamos en canecas, secamos todo al sol en marquesinas, despulpamos a mano. En la cosecha que acaba de pasar se procesaron alrededor de 35 mil kilos de café en cereza, o sea 35 mil kilos de café que se despulparon a mano. Eso es muy relevante porque estamos trabajando en condiciones muy agrestes y, sin embargo, con el esfuerzo que ellos han hecho, hemos logrado que cafés de acá de La Sierra logren buenos puestos en concursos, eso es muy importante”. 

 

Yesíd y Amalia están comprometidos enteramente con el proyecto, pues ven en él un futuro mejor para sus hijos y para todo el barrio. “Se necesita mucha constancia y ponerle mucho amor a lo que uno hace, seguir adelante y proyectarse en eso en lo que uno quiere”, dice Amalia. Yesíd añade: “El que tenga café, que siga sembrando, el café es como el oro,  si le pone amor a un palo de café, lo acaricia, le dice prodúzcame mucho, él va a producir mucho, que el que tenga agricultura de café que siga sembrando y que el apoyo de ellos esté en nosotros y el de nosotros en ellos”.

 

Es importante mostrar que existen historias, en las que, detrás del horror de la guerra, hay muchos productores de café orgullosos de su tierra, dispuestos a trabajar incansablemente por un porvenir distinto. “Si antes que había guerra teníamos ganas de ir para adelante, ahora que tengo a mis hijos, también interesados en café, tenemos muchas más ganas”, comenta Yesíd. De igual forma, el café era también una especie de riqueza oculta, que les permitió a ellos mismos ver las cosas de otra manera, pues no sólo se desconocía desde afuera la calidad del café que allí se producía, sino que incluso la marginación les impedía ver a ellos el valor de su trabajo. “El proyecto ha sido beneficioso para todos, la gente del barrio no sabía lo que el barrio podía generar, y gente que antes no podía venir al barrio, ya ha venido, todo ha cambiado totalmente apartir de esto”, afirma Amalia.

 

Son muchos los países productores que cuentan con complejas historias plagadas de injusticia, pobreza y distintas formas de violencia. El café, en ocasiones, puede ser una vía para cambiar las narrativas, para resaltar otros atributos propios de estas regiones, así como para dibujar nuevas rutas. Quizá exista una forma de escuchar, de compartir y de apropiarnos de estas historias, para luego replicarlas a nuestra manera, en nuestras realidades, pues son muchos los lugares que buscan transformarse y renacer.

 

colaborador
Mara Magaña
Mara Magaña es licenciada en filosofía y traductora. Ama el café, escribir, y trabajar en nuevos proyectos.

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Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente las opiniones ni las políticas de Revista Roast.