
Desarrollándose por sí mismas
Estaciones de lavado y el empoderamiento de las mujeres en Ruanda
Historia y fotos por Aleida Stone.
EN MEDIO DE CÁLIDOS RAYOS DE SOL y frescas colinas en la provincia sur de Ruanda, se encuentra de pie una productora de café rodeada por sus compañeras. Están congregadas en la estación de lavado en donde han procesado con pericia sus cerezas de café de las últimas dos temporadas de cosecha.
"Vengo en la mañana sin cocinar, sin hacer comida en casa —comenta—. Cuando regreso, sé que mi marido cocina, lava el baño o la ropa, busca el pasto para las vacas y todo eso. Eso es equidad".
Mientras estoy sentada entre ellas, discutiendo sobre el café y sus metas para la siguiente temporada, es fácil olvidar que algunas de estas mujeres apasionadas y seguras dicen haber vivido la mayor parte de la vida sin tener idea de su propia humanidad, infravaloradas tanto como trabajadoras como seres humanos. Pese a que en sus vidas aún persisten la injusticia y la desigualdad, ha habido progreso. Una por una se sienten más tranquilas, seguras de sí y orgullosas de compartir sus singulares historias como exitosas personas de negocios, miembros valiosos de su hogar e influyentes líderes de sus comunidades.
Estas productoras de café ruandesas son grandes ejemplos de que el cambio es posible cuando el apoyo y los recursos reflejan de manera apropiada las circunstancias y experiencias únicas de la gente a la que están destinadas.
ANTECEDENTES
Hoy en día parece obvio que los hombres y las mujeres experimentan el mundo de formas diferentes; sin embargo, fue apenas hace algunas décadas que los académicos de desarrollo internacional comenzaron a resaltar esta realidad. En 1970, por ejemplo, la economista danesa Ester Boserup arrojó luz sobre el hecho de que, durante los siglo XVIII y XIX, mientras se expandía el colonialismo europeo por toda África, los gobernantes desmantelaron la posición social que tenían las mujeres dentro del sector agrícola basándose en la presunción de que los hombres eran campesinos inherentemente más efectivos, sin importar que el cultivo era parte del papel que desempeñaban ellas por tradición. Los hombres recibieron recursos y entrenamiento, mientras que las mujeres comenzaron a estar menos informadas y equipadas para participar de manera remunerada en este sector. Con el progreso de los sistemas agrícolas, las mujeres comenzaron a estar cada vez más marginadas. Ann Whitehead y Kate Young, académicas de desarrollo internacional, llevaron más allá el trabajo de Boserup en plena década de los ochenta con un enfoque distinto que se centraba no sólo en dar a conocer la presencia de las mujeres, sino en documentar sus experiencias únicas y su función dentro del desarrollo.
Sin duda, aún se experimentan vestigios de aquellos tiempos alrededor del mundo. Pero, gracias en gran parte a estas académicas y a muchos que las siguieron, existe una creciente aceptación de la importancia del género por parte de agencias internacionales y de interesados del sector privado, incluyendo compradores de café y tostadores.
Mientras trabajaba en mi investigación de posgrado en estudios de desarrollo en la Universidad de York en Toronto, resultó un poco sorprendente que los estudios y teorías existentes reconocieran tanto a las mujeres como al café, juntos y respectivamente, como "medios de desarrollo" o herramientas que pueden utilizarse para acelerar el cambio. El café, un producto producido exclusivamente en países en vías de desarrollo, puede ser una fuente de ingresos para millones de familias productoras a pequeña escala, además de ser un punto de atención común para certificaciones de terceros. De manera similar, hay un valor en continuo crecimiento que recae en las mujeres como contribuidoras esenciales del bienestar de las familias, fuentes de estabilidad política y económica, así como encargadas del medio ambiente.
Dicho esto, la etiqueta "medios de desarrollo" puede, de hecho, ser el origen de una omisión dañina. Provee a la industria de expectativas irreales para valorar al café y a las mujeres como remedios milagrosos que resolverán retos de desarrollo amplia y profundamente enraizados. Esta etiqueta fracasa en reconocer que el café, en cuanto producto, aún se enfrenta a la volatilidad de precios del mercado global y es, de muchas formas, insostenible no sólo ambientalmente, sino también como profesión para la mayoría de los productores. Las mujeres, como contribuyentes esenciales del suministro de la cadena agricultora y del sostén de la familia, aún se enfrentan a salarios menores que los de sus contrapartes masculinas, además de soportar acoso sexual y, en muchas ocasiones, trabajar doble jornada, pues se espera que continúen con las responsabilidades tradicionales del hogar después de su jornada fuera de casa. El hecho de que la política inequitativa y los derechos legales en muchos lugares no apoyan las necesidades específicas de las mujeres exacerba de forma evidente estos problemas.
En un intento por empezar a abordar este descuido y ahondar en estrategias de desarrollo tradicionales, dirigí mi propia investigación a explorar algunas formas en las que se puede apoyar a las mujeres que producen café, no sólo como cuidadoras y como incentivos económicos, sino como seres humanos empoderados.
Las mujeres muestran más profesionalismo al vestir ropa hecha con tela kintenge, lo que impacta de manera significativa en cómo se sienten las productoras respecto de sí mismas y de su trabajo.
Secando pergamino de café en camas elevadas en las suaves colinas de Ruanda.
EL ESTUDIO
Durante un periodo de tres meses en 2016, llevé a cabo un estudio de investigación cualitativo por todo Ruanda. Mi objetivo principal era explorar si, y de qué forma, desde su propia percepción, las relaciones de las mujeres productoras de café con las estaciones de lavado del café de especialidad podrían facilitar su empoderamiento.
Mediante la recolección de información por medio de la observación de los participantes, la elaboración de entrevistas semiestructuradas y un grupo de enfoque, fui capaz de obtener una perspectiva desde distintos ángulos, consideración que es crucial debido a la compleja naturaleza de la investigación. En total, dirigí 44 entrevistas uno a uno y un grupo de enfoque constituido únicamente por mujeres productoras; asimismo, documenté mis observaciones durante la visita a más de doce estaciones de lavado, además de mis visitas a las parcelas de las fincas.
Pese a que mi objetivo era escuchar y valorar las voces mismas de las mujeres, con la finalidad de obtener un espectro más amplio de las perspectivas pertinentes para el contexto, también trabajé con tres grupos participantes: mujeres productoras de café, personal masculino y femenino de las estaciones de lavado, así como hombres y mujeres dueños de las estaciones de lavado junto con personal de organizaciones asociadas sin fines de lucro. Las mujeres productoras fueron elegidas de forma aleatoria entre aquellas que se ofrecieron a participar. Afirmaron que sus edades oscilaban entre los 40 y los 60 años. Alrededor de dos tercios de las participantes vivían con su esposo; un tercio eran la única persona a la cabeza de la familia. La mayoría tenía por lo menos un hijo y todos los sencillos hogares se ubicaban en comunidades rurales que dependen de la agricultura. Como componente no esencial de mi estudio (y debido a las limitantes de tiempo), los hombres productores no fueron entrevistados uno a uno. Sin embargo, tanto los participantes hombres como los participantes mujeres se incluyeron en las observaciones sobre la finca y en dos de los tres grupos participantes.
Con la finalidad de proveer una selección exhaustiva de contextos a través de los cuales analizar los objetivos de este estudio y de mantener, al mismo tiempo, la claridad y la sensibilidad del marco, elegí cuatro estudios de caso de las estaciones de lavado que visité. Dos de estos casos de estudio representan las estructuras de las cooperativas y dos, las estructuras de la propiedad privada. Dos son operaciones domésticas y dos, extranjeras.
Además, dos incorporan estrategias comerciales dirigidas y comprometidas directamente con las mujeres productoras, mientras que el otro par de estaciones se involucran de forma menos directa en cuestiones de género.
El análisis de información naturalmente organizada alrededor de las estaciones de lavado tiende a comprometerse con las mujeres que producen café. Utilizando solamente la información recolectada de las mujeres productoras, identifiqué los beneficios percibidos por ellas que reflejan la definición de "empoderamiento" del presente estudio (por ejemplo, la capacidad de un individuo de transformarse a sí mismo de manera activa y estratégica). La información recolectada de otro grupo de participantes y las observaciones fueron utilizadas para apoyar el proceso de análisis; específicamente, se utilizaron para realizar referencias cruzadas en un esfuerzo por respaldar patrones, inconsistencias y anomalías entre la información.
El empoderamiento no es simplemente un resultado, sino un viaje significativo. Debido a que creo que este complejo concepto ha sido subutilizado como un enfoque para estrategias de desarrollo, se ajustaba a mí, puesto que yo buscaba profundizar en estas estrategias tradicionales. El centro de este estudio tan significativo sobre las relaciones entre las mujeres productoras de café y las estaciones de lavado fue generar mayor conciencia de esta importante, aunque infravalorada, asociación. Como en la mayoría de las regiones cafetaleras, las estaciones de lavado en Ruanda despulpan, lavan y secan el café de las comunidades circundantes. Por lo tanto, son ampliamente reconocidas por su sobresaliente contribución a la calidad del café. También permiten a muchos productores en pequeña escala participar más directamente en la cadena de suministro, funcionando como puertas de entrada que les permiten acceder a iniciativas de desarrollo.
Ruanda se presentó como una particularmente singular oportunidad para dirigir una investigación de género dentro del café. La tormenta política de 1994 en toda la nación tuvo como consecuencia un país moderno hoy en día, con ministerios, políticas y leyes que responden a la equidad de género, incluyendo derechos equitativos en el trabajo y la paga, la prohibición de violencia de género y discriminación, así como un sector cafetalero orientado hacia la calidad. Podría decirse que esta combinación no tiene igual en otro país productor de café.
Como una mujer productora explica: "Las mujeres no han podido desarrollarse debido a la historia de su país, pero ahora, [avances tales como] la estación de lavado orientada al desarrollo de las mujeres, las están ayudando a evitar la vergüenza que han vivido en el pasado".
Viaje a pié de las productoras a la estación de lavado en la provincia del sur de Ruanda.
La importancia de cerrar la brecha entre la producción y el consumo es palpable mientras las mujeres productoras catan su café en la estación de lavado que poseen de forma cooperativa.
LOS DESCUBRIMIENTOS
Las estaciones de lavado son claramente fuente de orgullo para muchas ruandesas, y fue en estos lugares especiales esparcidos por todo el país donde tuve el privilegio de hablar sinceramente con varias de ellas sobre sus vidas como productoras de café.
A través de sus historias personales, estas mujeres revelaron las tres formas más significativas en las que las estaciones de lavado pueden engranarse con ellas en apoyo de su empoderamiento: capacitación, bienes y acceso. Ninguna estación es lo suficientemente poderosa por sí sola como para generar empoderamiento, pero si cada una de ellas considera qué, cómo y cuándo ofrecer capacitación, bienes y acceso, en formas que reflejen las necesidades y deseos específicos de las mujeres, juntas pueden impactar de manera significativa en la capacidad de toma de decisiones de las mujeres, a la acción y, en última instancia, al empoderamiento.
Mujeres productoras participan en una investigación de grupo de enfoque.
• CAPACITACIÓN
En Ruanda, muchas estaciones de lavado ofrecen programas de capacitación a los productores con quienes comercian. Estos programas varían de estación a estación, pero tienden a ser similares en su aproximación holística, en muchos casos mediante la oferta de habilidades de construcción de capacidades tanto para el ámbito técnico agrícola como para el del hogar. Esto incluye podar, fertilización y métodos de control de pestes, composta casera, así como sensibilizar acerca de las condiciones de sanidad y de género (concientización de la equidad de género). Las mujeres perciben que estas habilidades han contribuido en su capacidad de ganar dinero y, a su vez, en su papel clave como tomadoras de decisiones en el hogar.
En palabras de una mujer productora: "Debido a las capacitaciones y a la enseñanza, [entre otras acciones], las mujeres se levantaron".
Además, como resultado, muchos participantes del estudio notaron un cambio general en la valoración de las mujeres en su trabajo. En virtud de las capacitaciones con inclusión de género (capacitaciones que se ofrecen a hombres y mujeres), las productoras describieron sentir, en general, que eran recompensadas más equitativamente como miembros de sus casas y sus comunidades, además de ser más respetadas y bienvenidas a participar en la toma de decisiones económicas y políticas. Otros involucrados, incluyendo a los gerentes de las estaciones de lavado, socios de organizaciones no gubernamentales, personal de compañías de exportación, miembros de la comunidad y sus esposos, identificaron a las mujeres como individuos "informados" y "poderosos". Las mujeres describieron esto como sentirse en "desarrollo".
Una mujer productora describió los cambios que han ocurrido desde la promulgación de leyes de género específicas y las políticas que surgieron tras el genocidio de 1994, además de los crecientes esfuerzos por parte de los dueños de las estaciones de café para apoyar la equidad de género como resultado.
"El poder estaba en manos del hombre, puesto que eran ellos los que votaban y elegían a los líderes. Ahora hay más equilibrio tanto en voz como en liderazgo", agrega refiriéndose a los problemas relacionados con el gobierno, las estaciones de lavado y el hogar.
De acuerdo con la descripción que hicieron las mujeres productoras de sus hogares y sus relaciones comunitarias, desde que comenzaron a participar de forma activa en las capacitaciones, los programas inclusivos de género parecen promover un reconocimiento y una apreciación más profundos de los problemas de género por parte de los participantes y las personas a su alrededor. Las mujeres indicaron que esto ha ayudado a generar cambios en las normas culturales y funciones sociales. De hecho, algunas mujeres productoras describieron cómo esas funciones se han vuelto menos axiomáticas. Las mujeres y sus esposos se ven a sí mismos libres de la convención y más deseosos de realizar tareas y trabajos funcionales que se basen en sus capacidades individuales y en las necesidades del hogar y no en normas culturales.
Una mujer productora reportó numerosos beneficios relacionados con este cambio que se aleja de los roles de género tradicionales. Por ejemplo, ella puede ir ahora a la estación de lavado para procesar el café mientras su marido, quien es físicamente menos capaz que ella para hacer trabajo manual pesado, puede quedarse en casa y cuidar de los animales.
Los beneficios —agrega—, se extienden por toda la comunidad, puesto que cuando las mujeres comienzan a involucrarse fuera de sus casas, tienen más influencia sobre el gobierno y la política.
"El género es muy importante para mí pues nos ayuda a desarrollarnos, a evitar el conflicto en nuestros hogares y en nuestra sociedad", comenta.
Las productoras de café también se benefician profundamente de las capacitaciones que se centran en las mujeres, puesto que las proveen de un espacio de aprendizaje propio y eliminan cualquier dinámica tradicional de poder entre géneros. Dicho lo anterior, es importante notar que los beneficios derivados de tal estrategia parecen ser más profundos cuando se ofrecen como complemento de programas de capacitación con inclusión de género. Esto es, que también es clave que los hombres aprendan sobre ello y que aprecien la equidad. La importancia de tal aprendizaje se revela por sí misma mediante anécdotas de las estaciones de lavado que excluyen a los hombres de la capacitación con la finalidad de apoyar a las mujeres: más que llevar al progreso, tal parece que hace que los hombres se sientan alienados y rechacen de manera conjunta la estrategia de equidad.
En resumen, cuando las mujeres y los hombres reciben la oportunidad de aprender juntos sobre la equidad, pueden ocurrir quiebres de paradigmas. Las mujeres productoras reportan que creen que el acceso y la capacidad de participar en las capacitaciones con los hombres y sus compañeros ha tenido un impacto positivo no sólo en su propio poder y conocimiento, sino también en cómo otros perciben su conocimiento y poder.
Una productora reportó: "Las mujer tiene voz y desempeñan un papel más importante en la comunidad. Ella se pone de pie y habla. Ella dice lo que piensa". Además, esto apoya la capacidad de toma de decisiones de las mujeres y tiene un efecto de cambio en sus vidas. En otras palabras, agrega la productora: "Ahora discutimos todo y tomamos una decisión juntos".
Miembros de una cooperativa en la provincia del este de Ruanda saludan a los visitantes compradores de café en el terreno de su finca comunal.
Mujeres productoras comparten la forma en que la producción de café ha afectado de forma positiva sus vidas, tanto personal como profesionalmente.
Las estaciones de lavado proveen espacios seguros donde las mujeres pueden congregarse con comodidad, hablar e incluso cantar y bailar.
• BIENES
Algunas estaciones de lavado en Ruanda, mas no todas, ofrecen a los productores de café la oportunidad de ganar bienes tales como celulares, botas de goma, cabras, colchonetas para dormir, entre otras cosas. Normalmente, los productores ganan puntos por implementar habilidades que aprendieron de forma reciente en los programas de las estaciones de lavado y dichos puntos pueden ser intercambiados por bienes.
Cuando se ganan bienes, estos actúan como indicadores visuales de los esfuerzos de los individuos que ejemplifican el valor de su trabajo. Las personas tienden a reconocer, incluso en un nivel superficial, que sin importar lo que una productora haya hecho para obtener un bien, éste es un símbolo de, en sus propias palabras, algo "bueno". Varias mujeres describieron la felicidad que emanaba de sus esposos al ver lo que la mujer había ganado por su trabajo duro. A su vez, los miembros del hogar defendieron que las mujeres mantuvieran estos esfuerzos profesionales y los miembros de la comunidad describieron su deseo de participar en los mismos esfuerzos remunerados. Incluso las mujeres que no han ganado ningún bien de la estación de lavado describieron los beneficios experimentados por aquellos que sí lo han hecho.
Sin embargo, pese a que los bienes son un elemento importante en los programas de las estaciones de lavado, no todos los bienes que se ganan tienen el mismo impacto, recursos tales como celulares y botas de hule parecen sin duda prácticos; sin embargo, mediante la observación de la forma en que las mujeres se vestían al reunirse conmigo y la forma en la que describían la confianza que sentían fuera de sus casas, concluí que sólo existe un bien que es significativo de forma inequívoca para el empoderamiento de estas mujeres: el kitenge, una tela tradicional.
Muchas de las mujeres reportaron que tenían acceso limitado a zapatos y ropa adecuados. Esto limitaba efectivamente su capacidad de participar en sociedad y en el respeto que les otorgaban los otros. Sin ropa apropiada, un individuo es incapaz de dejar su casa, mucho menos participar en la sociedad, política o económicamente.
Como una mujer productora lo explicó: "No ropa, nada que hacer. No ropa, no comida".
En esencia, ganar un bien que las mujeres productoras consideran valioso, como un kitenge en este caso, contribuye a su posición social y a un positivo sentido de sí mismas al apoyar su capacidad de tomar decisiones de manera activa y estratégica lo que, al final, contribuye a su empoderamiento.
Refugiándose del sol durante la clasificación de pergamino.
Mujeres productoras indicaron una preferencia por clasificar y secar en las estaciones de lavado más que desempeñar su función en el procesamiento, lo que tiende a requerir levantar cosas pesadas y trabajar hasta altas horas de la noche [funciones generalmente preferidas por los hombres]. Tanto mujeres como hombres tienen cargos directivos o funciones de liderazgo.
• ACCESO
Pese al hecho de que el café ha sido cultivado en Ruanda durante generaciones, la proliferación de estaciones de lavado es relativamente reciente, comenzó gracias a la Asociación para la Participación en la Agricultura en Ruanda a través de Conexiones (PEARL, por sus siglas en inglés), un proyecto de la Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos (UsAID) y dirigido por la Universidad Estatal de Michigan, establecido en el 2000. Este desarrollo ha desempeñado una función significativa en el proceso de cambiar el modo en el que las mujeres productoras participan, además de la manera en que son valoradas dentro de la cadena de suministro de café de Ruanda.
De hecho, las estaciones de lavado han desempeñado un papel central en la democratización del sector cafetalero al nivelar el campo de juego mediante la mecanización del procesos de despulpamiento, que previamente era realizado a mano con piedras; centralizar los puntos de venta permite eliminar la necesidad de viajar largas distancias a los mercados en busca de un comprador y provee a las mujeres de acceso a capacitación y bienes. El compromiso comercial de una mujer productora con una estación de lavado vuelve más visible su trabajo, remunerable y seguro. También promueve la credibilidad de la producción de café como un negocio respetado y, por lo tanto, el valor del productor como persona de negocios.
"En la comunidad, somos consideradas como poderosas gracias a las estaciones de lavado —reportó una productora—. Vendo, obtengo un ingreso, a diferencia de aquéllos que no venden aquí. Pago las cuotas escolares. Compro lo que yo quiero".
Además, las estaciones de lavado son espacios físicos donde las mujeres pueden congregarse con orgullo. Con estos espacios comunales seguros y confiables, nuevas fuentes de apoyo social y financiero se han vuelto accesibles y las mujeres productoras son, por lo tanto, capaces de manejar los problemas del hogar de forma directa y efectiva.
"Es muy bueno y estamos muy felices cuando traemos el café a las estaciones de lavado —comenta una de las productoras—. Estamos todas juntas bailando y resolviendo nuestros problemas".
Las mujeres productoras con las que hablé de manera anónima consideran las estaciones de lavado como un elemento clave en su capacidad de toma de decisiones y para comprometerse de forma activa y beneficiarse de su trabajo, lo que contribuye a su empoderamiento.
LA LECCIÓN
Las mujeres productoras con las que hablé reportaron bastantes mejoras en su calidad de vida, particularmente en relación con sus matrimonios y su posición social. Algunas parecían no creer que este tipo de cambio fuese posible, siendo que anteriormente habían enfrentado crisis políticas, sociales y económicas. Llenas de autoconfianza, hablando de forma asertiva e informada, vistiendo su mejor kitenge, estas mujeres fueron empoderadas para ir a sus estaciones de lavado y discutir de sus vidas como productoras de café. "Su confianza es palpable —dice un representante de una organización asociada sin fines de lucro—. Ellas saben cómo hablar con la gente y quieren hacerlo, quieren contar su propia historia. Uno asumiría que eso les ayudará a impulsarse en el futuro".
Expandir estrategias de desarrollo de formas que apoyen de manera más efectiva a las mujeres requerirá investigación para determinar las circunstancias únicas de cada una de las comunidades productoras de café. Esto tomará tiempo, esfuerzo y capital, pero no hay una respuesta que funcione para todos cuando se trata de retos económicos y, ciertamente, tampoco la hay para los problemas de equidad y empoderamiento. En el caso de Ruanda, por ejemplo, el término "equidad de género" no se interpreta de manera universal y, por lo tanto, no se puede estar comprometido con él de una sola manera.
Más que evocar imágenes sesgadas de los derechos de igualdad de la mujer, las mujeres productoras de Ruanda describieron ampliamente el término "equidad de género", al igual que la mayoría de gente de Ruanda con la que hablé, como una unidad que abarca a toda la familia. No se trata de hombres contra mujeres, sino más bien de una relación entre personas.
Una mujer productora lo explicó de la siguiente manera: "El género trata de respeto, de dar consejos entre hombres y mujeres. No se impone nada a los hombres ni los hombres se imponen a las mujeres. Nos sentamos aquí en la colchoneta y discutimos qué está pasando y encontramos una solución tan pronto como sea posible".
Otra mujer productora describió la equidad de género como "algo que involucra conversar con mi esposo. Ambos, hombres y mujeres, son iguales. Hombre, mujer, niño son iguales. Trabajamos juntos. Jugamos juntos. Tomamos decisiones juntos. Todo lo hacemos juntos".
Esta forma de pensar comprensiva y mutuamente benéfica puede ser una lección para la industria internacional del café: promover la inclusión, la colaboración y la comunicación, además del apoyo mutuo entre las personas para incentivar un cambio positivo. Si la industria intenta seguir impulsando los lazos de la inclusión y la sustentabilidad a través de toda la cadena de suministro de café, quizá aprovechar la aproximación única de Ruanda sería un buen punto de inicio.
REGRESAR